jueves, 11 de septiembre de 2008

Carta de la Sra. Elsa Marta Solimano

En la mañana del 1 de agosto último, me conmovió un llamado telefónico mediante el cual me comunicaban el fallecimiento del Profesor Diego del Pino. Además, la recomendación: "ayudame a hacer la cadena".

No es habiitual esta modalidad con todos los socios de nuestra institución, pero ese día había fallecido alguien que por su protagonismo, se había ganado nuestro respeto y afecto, en esta última década. Era común que, en determinadas ocasiones, el Profesor del Pino nos ilustrara con sus simpáticas charlas sobre temas de nuestro país, de nuestra historia y de nuestra ciudad, todo matizado con expresiones lingüísticas que nos asombraban por su curiosidad y por la oportuna y clara manera de ser introducidas en sus arengas. 

Cuando nos brindaba esas charlas, frecuentemente decía: "esto para mi es una clase". Es decir afloraba el maestro, el que llevó toda la vida consigo, a partir del momento en que abordara los estudios que definieran por efecto de su vocación, su vida futura. Lo he visto emocionarse cuando aparecían recuerdos de su querida Escuela Normal, formadora de generaciones de maestros que surcaron nuestras aulas.

Pero no acaba en el aula su misión. Fue un estudioso toda su vida. Por eso hemos oído su voz por radio, cuando algún periodista lo consultaba sobre temas de la ciudad. Por eso fue capaz de volcar sus conocimientos en sus libros "Historia del Jardín Zoológico Municipal", "Historia y Leyenda del Arroyo Maldonado", "La Chacarita de los Colegiales " y otras publicaciones que muestran características de nuestra vida ciudadana.

Por eso mismo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires lo honró con el título de Personaje Destacado de la Cultura.

Dejemos a un lado, ahora por un momento su actividad cultural y profesional. Hablamos de Diego en la vida cotidiana y en particular, en la familia. Pienso en este momento en su inseparable compañera Angélica, tan compenetrada en sus actividades y siempre a su lado, en su hijo y nieto a quienes conocimos en los tristes momentos que hoy recordamos. Para todos ellos nuestro sincero afecto.

Hablamos de Diego maestro, del investigador, del escritor y del hombre común. ¿ Qué más podríamos decir de Diego ?.  Que fue generoso, sencilo, afectuoso, modesto, afable. Yo voy a usar en este momento un calificativo que creo, es el que mejor lo define. Yo diría auténtico.
Auténtico en su proceder, en su modestia, en su actividad profesional, en la ejecución de sus deberes como persona, en su vida privada y en su vida pública.

En síntesis, auténtico en el hacer, por el hacer mismo, sin pensar en trascender, sin esperar reconocimiento, ni recompensa, ni aplauso. Yo creo que ése era su verdadero valor.

Diego: el haberlo conocido, dejará en nosotros un recuerdo inolvidable. 



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