En tu sangre latía
el vigor inevitable de la raza,
aquel que Gaspgar Guzmán llamó
seguridad de luchadores invencibles.
Tus ancestros
dieron a ese vigor
dimensión de continente
y calidad de Historia Grande,
altiva, única.
Tu espada no tenía filo ni acero,
sólo el rasgo impersonal
de un bolígrafo
o el ritmico decir de tu máquina
En tu sangre latía
el vigor inevitable de la raza
que te hizo conquistador
de nuevos territorios
sin dimensión continental
pero sí,
escudos palpitantes
de cada ángulo porteño
El rítmico decir
de tu máquina
grabó eternidades,
perfiló tonos nítidos
diferentes
para el universo diminuto
de nuestro barrios
Descubriste en ellos
el esquema íntimo
de cada uno.
Conquistante, casi como Adelantado
un nuevo mundo
para la investigación encendida
de cada rincón
de cada espacio.
Fuiste
por sobre todo: maestro
Una pléyade de discípulos
siguió los caminos
que abriste a la gloria
con humildad,
casi en silencio.
De ti aprendimos
la pasión de vivir
lo vivido hace siglos
Tu surco está
abierto.
La semilla germinará
en muchos.
Por eso no te vas.
Quedarás en nosotros
y serás
en cada uno.
Dios te bendiga
Tu discípula
Beatriz Oquendo
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