domingo, 5 de octubre de 2008

VOCES DE CABALLITO - Leonel Contreras

Hasta siempre, amigo




El pasado 1 de agosto falleció el Profesor Diego A. del Pino, uno de los grandes historiadores que tuvo la Ciudad de Buenos Aires. Con su partida dejó vacío un espacio muy dificil de llenar. Docente ejemplar, fue en primerísima instancia una gran persona, una buena persona. Humilde, sencillo, honesto, simple... fueron algunas de sus tantas cualidades. Muchas juntas de estudios históricos de los distintos barrios surgieron por impulso suyo. Para aquellos que lo quisimos y que nos consideramos sus amigos fue sin duda una pérdida muy grande.

Yo concocí a Diego A. del Pino en el año 1999. Me acuerdo que había terminado la facultad y me inscribí en un curso de historia de la ciudad que él dictaba. De entrada nomás me sorprendieron su sencillez y simpleza; algo poco frecuente en est mundo cuando se trata de alguien con la capacidad, el talento y la trayectoria de del Pino. Recuerdo especialmente cómo me ayudó, a mi y a todos los que cursábamos ese maravilloso taller de historia. El me impulsó a seguir adelante en mi carrera de historiador. Luego, el tiempo quiso que nos hiciéramos amigos, lo cualfue para mi un privilegio demasiado grande.

Diego del Pino nos ha dejdo, pero el movimiento de las Juntas Históricas continúa. La historia de la ciudad y la historia barrial seguirán por suerte teniendo gente que las quiera investigar de la misma manera uqe él lohacía. Voces de Caballito no podría dejar de realizar un homenaje a quien todos los historiadores de la ciudad consideramos "nuestro gran maestro". Sabemos que se fue físicamente, pero siempre seguirá entre nosotros.
Su obra perdurará en el tiempo sin poder se de otra manera. Sus publicaciones serán consultadas por investigadores, estudiantes y todos aquellos interesados en la Historia de Buenos Aires.

¿ Alguien puede creer entonces que Don Diego se ha ido defintivamente ? En absoluto. Está en cada calle, en cada café, en cada cine de barrio... es ya un pedazo más de la historia de la ciudad. Por eso me niego a reconocer que nos ha dejado. No puedo aceptarlo, no quiero. Sólo miro al cielo y digo: " Hasta siempre, amigo. Nos estamos viendo".

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